lunes, 1 de diciembre de 2025

El nivel de violencia en la novela negra

 

Imagen: fragmento de Asesinato en la casa,

de Jakub Schikaneder. Dominio público.

 

La novela negra nació para explorar la oscuridad del ser humano, no para exhibirla. En sus mejores momentos, el género fue una radiografía moral: cada crimen revelaba una grieta en la sociedad o un trauma sufrido. Sin embargo, muchas de las novelas superventas actuales parecen haber olvidado esa misión. La violencia ya no surge como consecuencia inevitable del conflicto humano, sino como puro adorno, una estrategia para mantener al lector en vilo a golpe de impacto.

 

Cómo se presenta la violencia en la novela negra

El problema no es que haya violencia —la violencia es parte de la condición humana—, sino cómo se presenta. Antes, el asesinato era el punto de partida de una búsqueda interior: ¿por qué alguien mata? ¿Qué fuerzas lo empujaron a hacerlo? ¿Qué consecuencias ha tenido para la víctima y sus familiares? Ahora, en demasiadas tramas, la sangre sustituye al alma. Los personajes actúan, pero rara vez piensan o sufren. Los criminales son monstruos vacíos, no seres humanos desbordados por el dolor, el trauma, la culpa o la desesperación.

 

¿Ritmo o profundidad?

El resultado es un género cada vez más ruidoso, pero menos profundo. Se ha sacrificado la investigación psicológica —la esencia del noir auténtico— en favor del ritmo frenético. Sin introspección, la violencia se convierte en un espectáculo sin consecuencias. La víctima apenas importa; el asesino, menos aún.

 

Las grandes novelas negras no se limitaban a contar crímenes: los comprendían. Dashiell Hammett o Patricia Highsmith no describían cadáveres ni hechos sangrientos, sino conciencias rotas. Mostraban cómo la violencia brota de la soledad, del miedo o del trauma sufrido en la infancia. Ese era el verdadero misterio: no quién mató, sino por qué lo hizo, y la duda de que quizá todos podríamos hacerlo bajo las circunstancias adecuadas.

 

Salpicaduras de sangre y superventas frente a reflexión

Hoy, cuando el mercado premia la violencia explícita y la psicología compleja parece un lujo, defender la profundidad del personaje es un acto de resistencia literaria. La buena novela negra no necesita un reguero de cuerpos ensangrentados; necesita almas en conflicto. Porque la oscuridad que interesa no es la de los callejones húmedos ni la sangre sobre el asfalto, sino la que se esconde en el corazón humano.

 

Y este es el debate: ¿Cuál de los dos caminos es preferible en la novela negra? Yo ya he elegido el mío.


No hay comentarios:

Publicar un comentario