viernes, 25 de abril de 2025

¿Qué es la novela negra realista?

 

 

Foto del autor

 

La novela negra tradicional

 Aunque hay excepciones, la novela negra tradicional (y, más aún, la policiaca) suele presentar en sus páginas una acción trepidante y algo fantasiosa: puñetazos, persecuciones, tiroteos... El protagonista es con frecuencia un joven guapo, musculoso, inteligente y seductor. Y, como buen seductor que es, necesita que aparezca la chica de turno, en una de dos versiones: o bien en el papel de mujer fatal o en el de chica indefensa necesitada de protección.

 

 El valor principal es la acción y el entretenimiento, y a ellos se subordinan otras cuestiones como la profundidad psicológica de personajes y comportamientos y la credibilidad y coherencia del argumento. Por ello, con frecuencia los personajes resultan un tanto acartonados, ya que el ritmo frenético no permite entretenerse demasiado en conocerlos. Y los finales pueden ser forzados o poco creíbles.

 

 En estas novelas tampoco se obedecen siempre determinadas cuestiones legales, organizativas o de simple lógica. Por ejemplo, un inspector de policía puede investigar un crimen cometido en un pueblo de Castilla, sin que se tenga en cuenta que, en España, la investigación sería competencia de la Guardia Civil y no de la Policía.

 

 La novela negra realista

 Por el contrario, la novela negra realista, sin renunciar en absoluto a entretener con un argumento apasionante, crea una trama lógica y creíble, en la que el comportamiento de los personajes tiene coherencia interna, es decir, que dichos personajes actúan según su forma de ser, su psicología y sus intereses, y no solo para encajar en el guion.

 

 Además, se tienen en cuenta las limitaciones legales y científicas que condicionan la conducta de la policía. Por ejemplo, nunca se verá en una novela negra realista a un inspector recoger pruebas sin cumplir escrupulosamente el protocolo al que le obliga la ley al hacerlo. Porque sabe que, si no lo cumple, esas pruebas serán nulas en un juicio.

 

 Y aquí entramos en un aspecto muy importante: el lector puede aprender en las páginas de la novela negra realista aspectos interesantes de la investigación policial: cuestiones legales, psicológicas, forenses, criminalísticas, organizativas... Por ejemplo, el lector se da cuenta de la importancia de la figura del juez instructor, que es quien dirige las investigaciones de los delitos (en España y en muchos países, aunque en otros es el fiscal), y es una figura que rara vez aparece en la novela negra tradicional.

 

 Por lo anterior, puede decirse que la novela negra realista se acerca mucho al true crime.

 

 Mis libros

 Mis tres primeros libros (El mar infinito y otros relatos, Hija de la nada y La huella de la bestia), aunque tocan temas afines, no son propiamente novelas negras.

 

 Es en la Serie del Inspector Bermúdez, con La tarántula y, sobre todo, la Trilogía de la mujer muerta y la Tetralogía de la niña desaparecida, donde me sitúo de lleno en la novela negra realista. En la trilogía se cuenta en los tres libros una única historia, y otro tanto ocurre con la tetralogía, en cuatro. Son historias largas y apasionantes, de fácil lectura, que os mantendrán muchas horas pegados a sus páginas. Y son pura novela negra realista.

 

 Tanto en la trilogía como en la tetralogía, para estar lo más seguro posible del terreno que piso, he contado con el asesoramiento de una psicóloga, un policía y una abogada. Les envío desde aquí mi agradecimiento por su trabajo y su paciencia.

 

miércoles, 16 de abril de 2025

El asesino de Lennon: ¿Por qué?

 

Imagen de dominio público

 

Matar al mito

¿Qué hay en la mente de una persona capaz de asesinar a un mito como John Lennon? ¿Tiene en realidad respuesta esta pregunta?

 

Los hechos

 En 1980, John Lennon, exintegrante de Los Beatles, probablemente el grupo musical más popular de todos los tiempos, estaba en la cúspide. En la cúspide de la fama, del dinero, de la música...

 

 Pero el 8 de diciembre de ese año fue asesinado a tiros frente al edificio donde vivía, que desde entonces es un lugar mítico: el edificio Dakota, en Nueva York. Su muerte no solo significó la pérdida de un icono musical, sino que también abrió un debate profundo sobre la obsesión, la fama y la salud mental.

 

 Eran aproximadamente las 10:50 p.m. cuando Lennon y su esposa, Yoko Ono, regresaban a su apartamento tras una sesión de grabación. Mientras caminaban hacia la entrada del Dakota, un hombre, que ya había estado merodeando por los alrededores durante varias horas, se acercó y le disparó cinco veces por la espalda con un revólver del 38. Cuatro balas le alcanzaron y le ocasionaron heridas mortales. Fue trasladado al Hospital Roosevelt, donde fue declarado muerto a las 11:15 p.m.

 

 El asesino no huyó. Se quedó en el lugar y esperó tranquilamente a que llegara la policía. Su nombre era Mark David Chapman. Tenía en las manos un ejemplar de El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, que, a partir de aquello, se convirtió en un libro icónico. ¿Tuvo el libro algo que ver con la decisión de acabar con el mito?

 

 El asesinato de John Lennon conmocionó al mundo entero. Miles de personas se reunieron en vigilias espontáneas en ciudades como Nueva York, Londres y Tokio. La figura de Lennon, que ya era símbolo de paz y creatividad, se convirtió en mártir de una era.

 

 Para muchos, el crimen marcó el fin definitivo de los sueños utópicos de los años 60. Para otros, dejó una pregunta inquietante: ¿qué sucede cuando la fama y la vulnerabilidad humana se cruzan con la mente perturbada de un desconocido?

 

¿Quién era Mark David Chapman?

 Chapman nació el 10 de mayo de 1955 en Fort Worth, Texas, y creció en Georgia. Desde joven mostró signos de inestabilidad emocional y una personalidad conflictiva. Según sus propias declaraciones y los testimonios de quienes lo conocieron, sufrió abusos físicos por parte de su padre y tenía una autoestima extremadamente frágil. En su adolescencia cayó en las drogas, aunque también se convirtió en un cristiano renacido, abrazando una fe religiosa intensa que más tarde influiría en sus motivaciones para cometer el crimen.

 

 A lo largo de su vida, Chapman luchó contra la depresión, la ansiedad y tendencias suicidas. Fue hospitalizado en varias ocasiones por problemas de salud mental y trabajó en empleos temporales, incluyendo uno como consejero en una organización cristiana. Aunque superficialmente parecía un joven común, en su interior crecía una tormenta.

 

¿Qué había en el interior de su mente?

 Chapman había sido fanático de los Beatles en su juventud, pero con el tiempo su admiración por John Lennon se tornó en odio. Uno de los factores clave fue una famosa declaración de Lennon en 1966, en la que afirmaba que los Beatles eran “más populares que Jesucristo”. Para Chapman, profundamente religioso, estas palabras fueron una blasfemia imperdonable.

 

 Además, Chapman desarrolló un resentimiento enfermizo hacia lo que percibía como la “hipocresía” de Lennon. Le molestaba que alguien que predicaba la paz y el amor viviera una vida lujosa. En su mente distorsionada, Lennon se había convertido en un símbolo de falsedad y materialismo. Chapman llegó a declarar que sentía que debía “eliminarlo” para que su mensaje tuviera sentido.

 

 La lectura de El guardián entre el centeno también jugó un papel importante. Chapman se identificó con el protagonista, Holden Caulfield, quien despreciaba la falsedad del mundo adulto. Chapman interpretó el libro como una justificación moral para su acto, llegando incluso a firmar su ejemplar como “Holden Caulfield”.

 

 Desde su arresto, Chapman ha sido examinado por diversos psiquiatras. Muchos coinciden en que sufre de trastornos psicóticos, aunque fue considerado mentalmente responsable para ser juzgado. En 1981 se declaró culpable del asesinato y fue condenado a cadena perpetua con posibilidad de libertad condicional a partir de 2000. Desde entonces ha solicitado la libertad condicional en varias ocasiones, pero siempre le ha sido denegada.

 

 En entrevistas posteriores, Chapman ha mostrado remordimiento y ha dicho que su acto fue motivado por el deseo de notoriedad. “Yo quería ser alguien, y matar a John Lennon era mi camino hacia eso”, declaró. Su crimen, planeado con frialdad, fue una mezcla de resentimiento, idolatría y una necesidad patológica de ser reconocido.

 

 En realidad, nunca sabremos si esos fueron los verdaderos motivos para hacer lo que hizo. Y tampoco podemos estar seguros de si él mismo sabía o no lo que había en el interior de su mente.