Foto de Sebastien Mortier
en flickr.com/photos CC BY-SA 2.0
Andreas Lubitz asesinó a sangre fría
a 149 personas que confiaban en él. ¿Un asesino en serie? En teoría, no se atiene
a esa definición, porque las muertes no fueron secuenciales. Fue un asesino en
masa. ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo es la mente de una persona aparentemente normal
que, de pronto, es capaz de cometer una monstruosidad semejante?
El "accidente"
El 24 de marzo de 2015, un Airbus A320 con origen en
Barcelona y destino en Düsseldorf (Alemania) se estrelló en los Alpes franceses
y fallecieron todos sus 150 ocupantes. Como en casos semejantes, el mundo (y en
especial, Alemania y España, de donde eran la mayoría de los ocupantes) quedó
conmocionado.
Pero la conmoción se convirtió en espanto e incredulidad
cuando se supo que el copiloto, Andreas Lubitz, había estrellado el avión de
forma deliberada. Aprovechó que el piloto había ido al baño para cerrar la
cabina y estrellar el avión. El piloto, desesperado al ver lo que ocurría,
trató de romper la puerta con un hacha, pero no llegó a tiempo. Dispuso tan
solo de ocho minutos desde que comenzó el descenso hasta el impacto.
Entre los 150 ocupantes había 50 españoles, 3 argentinos, 2
colombianos, 2 mejicanos, 2 venezolanos y 1 chileno.
La investigación
La investigación, basada sobre todo en la grabación de las
conversaciones de cabina que había en una de las dos cajas negras, dejó claro
que no había sido un "mal pronto" del copiloto, sino que lo había
planificado de forma detallada con anterioridad. Se trataba, por tanto, de un
asesinato en masa.
Por desgracia, no ha sido el único ocasionado por un piloto,
ya que se considera que al menos otros seis desastres aéreos (con 661 muertos)
fueron provocados de forma deliberada, aunque hay alguna duda en dos de ellos.
En la mente del asesino
Andreas Lubitz, de 27 años, era un joven piloto con una
formación impecable y una carrera prometedora. Sin embargo, detrás de esa
imagen profesional se ocultaban severos problemas de salud mental. Las
investigaciones posteriores al desastre descubrieron que Lubitz sufría de
depresión y trastornos psicológicos significativos, incluyendo tendencias
suicidas (de las que había sido tratado durante un tiempo) que había ocultado a
Germanwings.
A pesar de haber sido declarado no apto para trabajar por
varios médicos, había logrado mantener esta información fuera del conocimiento
de su empresa, en parte gracias a ciertas lagunas en la comunicación entre los
sistemas médicos y las aerolíneas. De hecho, ocultó un certificado médico según
el cual debía estar de baja el día del suceso.
Por otra parte, diversos expertos en salud mental afirman
que Lubitz tenía rasgos psicopáticos, tendencias narcisistas y una gran
necesidad de reconocimiento, de "dejar huella". Su exnovia declaró
que tiempo atrás le había dicho: "Un día, voy a hacer algo que cambiará
todo el sistema y así todos van a saber mi nombre y recordarlo".
Problemas, problemas,
problemas...
Lubitz tenía un serio problema de visión que, probablemente,
le habría impedido seguir siendo piloto. Había visitado nada menos que a 46
especialistas, la mayoría de ellos, oftalmólogos, sin encontrar cura para su enfermedad
visual. Poco después de la tragedia, debería haber pasado un examen médico que,
probablemente, le habría impedido continuar su carrera. Además, estaba en
quiebra económica y su novia, con la que iba a tener un hijo, le había
abandonado. Por si todo lo anterior fuera poco, sufría estrés laboral.
Así, parece que la combinación de miedo, enfermedad mental
no tratada adecuadamente y la posibilidad de que su carrera terminara, parece
haberlo llevado a un estado mental extremadamente frágil y a una desesperanza
creciente.
Todo esto podría haber explicado el suicidio.
Sí, pero... ¿por qué matar
a los demás?
Es la gran pregunta, y no tiene respuesta, o resulta muy
difícil de encontrar. Puede entenderse que alguien quiera suicidarse (depresión
severa, desesperanza, problemas de todo tipo...), pero ¿por qué llevarse por
delante a todas las personas que entraron en el avión confiadas en él?
Según los expertos consultados durante la investigación, el
asesinato de tantos inocentes solo se explica por una patológica necesidad de
reconocimiento (típica de algunos psicópatas), de hacer algo "grande".
Y, por supuesto, requiere de algo también típico de psicópatas: una
indiferencia absoluta por el sufrimiento ajeno. Además, tal vez se sumó a lo
anterior una necesidad de venganza contra una sociedad a la que, quizá, odiaba
por hacerla responsable de sus desgracias.
Pero, probablemente, la pregunta de por qué arrastró a 149
personas en su destrucción no tendrá nunca una respuesta segura. Esa respuesta
murió con él en una montaña de los Alpes franceses, hace diez años.
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