Cartel que se difundió a raíz de
la desaparición de Rocío Wanninkhof
El caso Wanninkhof
Traemos hoy a esta sección un ejemplo de lo que no debe
hacerse en una investigación policial y judicial, que demuestra la importancia
que tienen los procedimientos científicos en este tipo de investigaciones.
Cuando se emplearon mal, condenaron a una inocente; cuando lo hicieron bien (el
ADN de la colilla, como veremos más adelante), la sacaron de la cárcel.
El caso Wanninkhof es uno de los errores policiales y judiciales
más notorios en la historia reciente de España. Se trata de un crimen que
sacudió al país a finales de los años 90 y cuyo desarrollo puso en evidencia
graves fallos en la investigación y el sistema judicial. Sirve de advertencia
sobre los peligros de dejarse llevar por las apariencias y la opinión pública,
en lugar de basarse en pruebas científicas y un análisis objetivo de los hechos.
El
crimen y la investigación inicial
El 9 de octubre de 1999, Rocío Wanninkhof, una joven de
19 años, salió de casa de su novio y se encaminó a su domicilio, a unos 500
metros de distancia. Nunca llegó. El 2 de noviembre, su cuerpo fue encontrado en
muy mal estado (no se pudo determinar si había sido violada) y cosido a
puñaladas, lo que desató una intensa investigación policial. La presión
mediática y social para resolver el crimen fue enorme, lo que llevó a una serie
de decisiones precipitadas por parte de los investigadores. Primero sospecharon
de su novio, por ciertas contradicciones relativas a cómo iba vestida Rocío.
Más tarde, en un contexto de falta de pruebas
concluyentes, la atención de los investigadores se centró en Dolores Vázquez,
expareja de la madre de Rocío. Se argumentó que existía una relación
conflictiva entre Vázquez y la joven, cosa que era cierta, y que su carácter
frío y reservado la hacía sospechosa. A pesar de no haber pruebas físicas ni
testigos directos que la implicaran en el crimen, fue detenida y llevada a
juicio.
¿En
base a qué se la condenó?
El juicio de Dolores Vázquez se llevó a cabo en 2001 y
estuvo marcado por la influencia de los medios de comunicación, que la
retrataron como una mujer calculadora y vengativa. La fiscalía basó su caso en
indicios circunstanciales, sin pruebas concretas.
Alicia Hornos, la madre de la víctima y expareja de
Dolores, estaba convencida de la culpabilidad de Dolores Vázquez y fue una de
las principales instigadoras de la acusación. Además, una mujer que introdujo
la guardia civil en el entorno de Dolores, lo corroboró: "Era fría,
calculadora y agresiva".
Las huellas de vehículo que se encontraron en el lugar,
tanto de la agresión como de la aparición del cuerpo, no coincidían con las del
coche de Dolores. pero ese inconveniente fue soslayado por la Fiscalía
argumentando que la acusada podría haber robado un vehículo de algún turista,
que solían dejar con las llaves puestas, o haber alquilado un coche. Nada de
eso se investigó, para ver si podía o no ser cierto.
Los duros interrogatorios a que fue sometida la acusada
por parte de la guardia civil, y más tarde durante el juicio, no dieron
resultado: en ningún momento se derrumbó ni incurrió en contradicciones. Tenía,
para el momento de la desaparición de Rocío, una coartada que no era demasiado
sólida. Pero, obviamente, ni ella ni nadie tiene que demostrar su inocencia.
La prueba más sólida fue la aparición de unas fibras
encontradas en el cadáver de Rocío que, según el Instituto de Toxicología, se
correspondían con una prenda que Dolores solía vestir. Pero, más tarde, un
análisis posterior realizado por el Laboratorio de Investigación Criminalista
de la Guardia Civil desecharon esa pretendida similitud. En base a ello, se
solicitó la libertad provisional de Dolores, que fue denegada por el juez
instructor.
Las huellas dactilares encontradas en unas bolsas que
había al lado del cadáver, con pertenencias de la víctima, no coincidían con
las de Dolores. Cuando la defensa solicitó el cotejo de las huellas que había
en los objetos de la víctima (que, probablemente, habían sido manipulados por
el asesino, pues estaban metidos en la bolsa de plástico), el juez denegó la
prueba.
Por último, posiblemente influyó el testimonio de dos
personas: una empleada ucraniana que había trabajado en el domicilio de Dolores
declaró haber visto a la acusada apuñalando una foto de Rocío el mismo día en
que se encontró su cadáver. Y una vidente declaró que, en una sesión con
Dolores, esta declaró tener planes de venganza contra Rocío.
¿Se puede condenar a una persona por tener una marcada animadversión
a la víctima y ser fría, calculadora, violenta y vengativa (si es que lo era,
porque otros testimonios lo desmentían)? Pues, en este caso, sí. Un jurado
popular, influenciado por los medios, la condenó en septiembre de 2001. El juez
la sentenció a 15 años de cárcel y una indemnización de 18 millones de pesetas
a la familia de la víctima, que equivaldrían a algo más de 150.000 euros de hoy
en día.
Ante el recurso de la defensa, basado en la falta de
motivación del veredicto del jurado y en la influencia de los medios de
comunicación, el TSJ de Andalucía ordenó repetir el juicio, que se habría
celebrado en el otoño de 2003.
El
crimen de Sonia Carabantes
Pero no hubo lugar a dicha repetición. En agosto de 2003
desapareció de Coín, muy cerca de Mijas, la joven Sonia Carabantes. El asesino,
Tony Alexander King, un británico residente en la zona, fue denunciado por su
ex mujer. Y la guardia civil, quizá porque no tenía la conciencia muy tranquila
en el caso Wanninkhof, comparó su ADN con el de una colilla hallada cerca del
cadáver de Rocío. Coincidían. Dolores Vázquez fue declarada inocente y puesta
en libertad.
Pero ya había pasado un año y cinco meses en la cárcel, y
su vida había quedado marcada para siempre. "Hace 20 años lo perdí todo,
nunca volveré a ser la misma", explicó mucho después la mujer. Y es
cierto: en casos así, con frecuencia se pierde el trabajo, la pareja, los
amigos, la relación con los familiares, la vivienda... Se convierte uno en un
apestado, y el daño es irrecuperable, además de la experiencia traumática que
supone la estancia en la cárcel.
Es cierto que el TSJ de Andalucía reprendió al juez que
presidió el juicio por no haber devuelto la sentencia al jurado ante su falta
de motivación, pero nadie, ni de la guardia civil ni de la judicatura, fue
sancionado por la cadena de errores que llevaron a la injusta y absurda condena
de Dolores. Y el Estado no le ha pedido perdón, a pesar de que ella se lo ha
solicitado.
Muchas
preguntas sin respuesta
¿Cómo es posible que se condenara (incluso, que se
detuviera e imputara) a una personas por meras sospechas? ¿Cómo es posible que
el primer análisis de las fibras diera concordante? ¿Por qué se la condenó sin
la más mínima prueba sólida? ¿Por qué no devolvió el juez al jurado una
sentencia que estaba sin motivar, siendo este un requisito imprescindible para
su validez? ¿Qué habría ocurrido si no llega a denunciar su ex a Toni Alexander
King? ¿Es aconsejable poner en manos de ciudadanos "de a pie", y por
tanto, muy influenciables, los casos criminales muy mediáticos en los que los
medios de comunicación ya han dictado sentencia? ¿Hay otros casos como este, en
los que un inocente lleve años pudriéndose en la cárcel?
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