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Matar al mito
¿Qué hay en la mente de una persona capaz de asesinar a un
mito como John Lennon? ¿Tiene en realidad respuesta esta pregunta?
Los hechos
En 1980, John Lennon, exintegrante de Los Beatles,
probablemente el grupo musical más popular de todos los tiempos, estaba en la
cúspide. En la cúspide de la fama, del dinero, de la música...
Pero el 8 de diciembre de ese año fue asesinado a tiros
frente al edificio donde vivía, que desde entonces es un lugar mítico: el
edificio Dakota, en Nueva York. Su muerte no solo significó la pérdida de un icono
musical, sino que también abrió un debate profundo sobre la obsesión, la fama y
la salud mental.
Eran aproximadamente las 10:50 p.m. cuando Lennon y su esposa,
Yoko Ono, regresaban a su apartamento tras una sesión de grabación. Mientras
caminaban hacia la entrada del Dakota, un hombre, que ya había estado
merodeando por los alrededores durante varias horas, se acercó y le disparó
cinco veces por la espalda con un revólver del 38. Cuatro balas le alcanzaron y
le ocasionaron heridas mortales. Fue trasladado al Hospital Roosevelt, donde
fue declarado muerto a las 11:15 p.m.
El asesino no huyó. Se quedó en el lugar y esperó
tranquilamente a que llegara la policía. Su nombre era Mark David Chapman.
Tenía en las manos un ejemplar de El guardián entre el centeno, de J.D.
Salinger, que, a partir de aquello, se convirtió en un libro icónico. ¿Tuvo el
libro algo que ver con la decisión de acabar con el mito?
El asesinato de John Lennon conmocionó al mundo entero.
Miles de personas se reunieron en vigilias espontáneas en ciudades como Nueva
York, Londres y Tokio. La figura de Lennon, que ya era símbolo de paz y
creatividad, se convirtió en mártir de una era.
Para muchos, el crimen marcó el fin definitivo de los sueños
utópicos de los años 60. Para otros, dejó una pregunta inquietante: ¿qué sucede
cuando la fama y la vulnerabilidad humana se cruzan con la mente perturbada de
un desconocido?
¿Quién era Mark David Chapman?
Chapman nació el 10 de mayo de 1955 en Fort Worth, Texas, y
creció en Georgia. Desde joven mostró signos de inestabilidad emocional y una
personalidad conflictiva. Según sus propias declaraciones y los testimonios de
quienes lo conocieron, sufrió abusos físicos por parte de su padre y tenía una
autoestima extremadamente frágil. En su adolescencia cayó en las drogas, aunque
también se convirtió en un cristiano renacido, abrazando una fe religiosa
intensa que más tarde influiría en sus motivaciones para cometer el crimen.
A lo largo de su vida, Chapman luchó contra la depresión, la
ansiedad y tendencias suicidas. Fue hospitalizado en varias ocasiones por
problemas de salud mental y trabajó en empleos temporales, incluyendo uno como
consejero en una organización cristiana. Aunque superficialmente parecía un
joven común, en su interior crecía una tormenta.
¿Qué había en el interior de su mente?
Chapman había sido fanático de los Beatles en su juventud,
pero con el tiempo su admiración por John Lennon se tornó en odio. Uno de los
factores clave fue una famosa declaración de Lennon en 1966, en la que afirmaba
que los Beatles eran “más populares que Jesucristo”. Para Chapman,
profundamente religioso, estas palabras fueron una blasfemia imperdonable.
Además, Chapman desarrolló un resentimiento enfermizo hacia
lo que percibía como la “hipocresía” de Lennon. Le molestaba que alguien que
predicaba la paz y el amor viviera una vida lujosa. En su mente distorsionada,
Lennon se había convertido en un símbolo de falsedad y materialismo. Chapman
llegó a declarar que sentía que debía “eliminarlo” para que su mensaje tuviera
sentido.
La lectura de El guardián entre el centeno también
jugó un papel importante. Chapman se identificó con el protagonista, Holden
Caulfield, quien despreciaba la falsedad del mundo adulto. Chapman interpretó
el libro como una justificación moral para su acto, llegando incluso a firmar
su ejemplar como “Holden Caulfield”.
Desde su arresto, Chapman ha sido examinado por diversos
psiquiatras. Muchos coinciden en que sufre de trastornos psicóticos, aunque fue
considerado mentalmente responsable para ser juzgado. En 1981 se declaró
culpable del asesinato y fue condenado a cadena perpetua con posibilidad de
libertad condicional a partir de 2000. Desde entonces ha solicitado la libertad
condicional en varias ocasiones, pero siempre le ha sido denegada.
En entrevistas posteriores, Chapman ha mostrado
remordimiento y ha dicho que su acto fue motivado por el deseo de notoriedad.
“Yo quería ser alguien, y matar a John Lennon era mi camino hacia eso”,
declaró. Su crimen, planeado con frialdad, fue una mezcla de resentimiento,
idolatría y una necesidad patológica de ser reconocido.
En realidad, nunca sabremos si esos fueron los verdaderos
motivos para hacer lo que hizo. Y tampoco podemos estar seguros de si él mismo
sabía o no lo que había en el interior de su mente.
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