martes, 3 de octubre de 2023

El Arropiero (I)

Foto de Rene Böhmer en Unsplash


 

El mayor asesino en serie de la historia criminal española

Comenzamos esta serie de artículos sobre los más notorios criminales españoles con el que está considerado como el mayor de todos ellos: se le pudieron probar siete asesinatos, aunque la Policía está convencida de que fue autor de 22, por los detalles que fue capaz de dar acerca de ellos. Pero él fue más allá, y se acusó de haber cometido 49. En todo caso, un triste y terrible récord, del cual él parecía mostrarse orgulloso.

Se cuenta la anécdota de que, cuando era conducido por la policía al escenario de uno de sus crímenes, oyeron que por la radio hablaban de un asesino en serie mejicano que había matado a más personas que él. Al oírlo, el Arropiero pidió 24 horas para demostrar que «un miserable mexicano no va a ser mejor asesino que un español». Ese orgullo resulta escalofriante si se tiene en cuenta que cada uno de sus asesinatos supuso, además de la desaparición de una vida, un trauma y un dolor terribles para sus familiares y allegados más próximos.

Manuel Delgado Villegas nació en Sevilla el 25 de enero de 1943, en plena postguerra. Pero incluso a la hora de fijar el nacimiento de este hombre lleno de sombras nos encontramos en penumbra, pues otros datos indican que tal vez nació diez meses después, el 3 de diciembre del mismo año. Su padre, además de a la chatarra, se dedicaba a comerciar con arrope (jarabe hecho a base de azúcar o miel y frutas) y, como él le ayudaba en su trabajo, recibió el curioso mote por el que ha sido conocido: el Arropiero.

Su madre murió al darle a luz y, tras unos años en los que su padre sometió a Manuel a un trato brutal, no pudo o no quiso ocuparse más de él ni de su hermana, de forma que ambos fueron criados por su abuela. Fue al colegio de pequeño, pero no consiguió aprender a leer ni a escribir: cuando fue detenido, apenas sabía dibujar su nombre. Lo que sí aprendió pronto fue a hacerse respetar por sus compañeros, para lo cual se sirvió de su brutalidad y de una enorme fuerza física.

En 1961, cuando contaba dieciocho años de edad, se alistó en la Legión española, de la que desertaría poco después. En el tiempo que estuvo allí aprendió un golpe mortal que utilizó en algunos de sus crímenes: el tragantón, que consiste en golpear fuertemente con la mano de canto al oponente en la garganta, lo que le produce la muerte por asfixia. Tras su deserción, viajó por España, Francia e Italia, países en los que fue cometiendo diversos asesinatos, si bien no se está seguro de cuántos fueron en realidad.

¿De qué vivó hasta su detención, diez años después? Aparte de los pequeños hurtos que practicaba de vez en cuando (algunos de ellos, después de asesinar a su víctima), dos fueron las formas que tuvo de ganarse la vida. En primer lugar, practicaba la prostitución, tanto con hombres como con mujeres. En este propósito le naturaleza le ayudó de dos maneras, ya que, además de estar sexualmente muy bien dotado, sufría de anaspermatismo, dolencia que impide eyacular a quien la sufre, pero, por otra parte, le permite mantener una erección durante horas. Su otra forma de obtener dinero fue donando sangre en ciertas clínicas privadas que pagaban por ello. Al parecer, donaba casi todas las semanas.

Su carrera criminal se truncó por fin, afortunadamente, el 18 de enero de 1971 en El Puerto de Santa María (Cádiz). En esa localidad había ya desaparecido (luego se supo que asesinado por el Arropiero) un par de meses antes Francisco Marín Ramírez, por lo que el miedo y los rumores habían hecho acto de presencia en esa comarca. La desaparición, el citado 18 de enero, de Antonia Rodríguez Relinque, mujer de 38 años con cierta discapacidad mental, aumentó aún más el miedo entre la población. Antonia era muy conocida entre los camioneros de la zona por la facilidad con que se podía acceder sexualmente a ella. Al saber la policía que el Arropiero tenía relaciones con Antonia por esos días, fueron de inmediato a hablar con él.

Ya en comisaría, y tras negar repetidamente cualquier implicación en la desaparición de Antonia, después de once horas de interrogatorio confesó que la había estrangulado con sus leotardos mientras practicaban el acto sexual. Tras ello, declaró haber matado a 48 personas más, ante la incredulidad de los agentes. Sin embargo, esta incredulidad se fue transformando en espanto según el Arropiero iba dando detalles que coincidían con la información que se tenía de numerosos asesinatos. Algunos de ellos eran tenidos por accidentes hasta ese momento.

Durante las semanas siguientes viajó en vehículos policiales a numerosos puntos de España, en los que se trataron de aclarar algunos de sus muchos crímenes. La policía consiguió probar solo siete de ellos, cuatro hombres y tres mujeres, en Tarragona, Ibiza, Madrid, Cataluña y Cádiz. Sin embargo, se llegó al convencimiento de que había sido el autor de, al menos, 22. Los otros 27, hasta 49, quedarán para siempre como una incógnita.

Su situación legal, una vez detenido, fue bastante irregular, pues estuvo durante seis años en arresto preventivo y sin abogado. Nunca pudo ser juzgado, ya que se le consideró enfermo mental e inimputable. La Audiencia Nacional ordenó en 1978 su internamiento en un centro psiquiátrico de alta seguridad, sin fecha de salida. Estuvo recluido durante 26 años, pasando por los hospitales psiquiátricos penitenciarios de Carabanchel (Madrid), Fontcalent (Alicante) y, finalmente, por el de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona), ya que era el más cercano a su familia.

En el año 1992, cuando estaba en Fontcalent y tenía 49 años, apareció en un programa de televisión. En él se le pudo ver muy deteriorado, tanto física como mentalmente. Apenas tenía trato con los demás internos y, al parecer, sus dos grandes obsesiones eran fumar y masturbarse. Se movía con la torpeza de una persona mucho mayor que la edad que tenía, apenas se le entendía al hablar y no parecía razonar con claridad. Entre otras cosas, comentó que las únicas visitas que recibía eran las de su hermano, dos veces al año.

Ante la proximidad de su muerte, el Arropiero fue liberado en 1998 y falleció pocos días después, el 2 de febrero de ese mismo año, como consecuencia de una enfermedad pulmonar ocasionada por el tabaco. Tenía 55 años y muchas muertes a sus espaldas.

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