domingo, 12 de octubre de 2025

¿Qué es la novela negra realista?

 

 

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La novela negra tradicional

 Aunque hay excepciones, la novela negra tradicional (y, más aún, la policiaca) suele presentar en sus páginas una acción trepidante y algo fantasiosa: puñetazos, persecuciones, tiroteos... El protagonista es con frecuencia un joven guapo, musculoso, inteligente y seductor. Y, como buen seductor que es, necesita que aparezca la chica de turno, en una de dos versiones: o bien en el papel de mujer fatal o en el de chica indefensa necesitada de protección.

 

 El valor principal es la acción y el entretenimiento, y a ellos se subordinan otras cuestiones como la profundidad psicológica de personajes y comportamientos y la credibilidad y coherencia del argumento. Por ello, con frecuencia los personajes resultan un tanto acartonados, ya que el ritmo frenético no permite entretenerse demasiado en conocerlos. Y los finales pueden ser forzados o poco creíbles.

 

 En estas novelas tampoco se obedecen siempre determinadas cuestiones legales, organizativas o de simple lógica. Por ejemplo, un inspector de policía puede investigar un crimen cometido en un pueblo de Castilla, sin que se tenga en cuenta que, en España, la investigación sería competencia de la Guardia Civil y no de la Policía.

 

 La novela negra realista

 Por el contrario, la novela negra realista, sin renunciar en absoluto a entretener con un argumento apasionante, crea una trama lógica y creíble, en la que el comportamiento de los personajes tiene coherencia interna, es decir, que dichos personajes actúan según su forma de ser, su psicología y sus intereses, y no solo para encajar en el guion.

 

 Además, se tienen en cuenta las limitaciones legales y científicas que condicionan la conducta de la policía. Por ejemplo, nunca se verá en una novela negra realista a un inspector recoger pruebas sin cumplir escrupulosamente el protocolo al que le obliga la ley al hacerlo. Porque sabe que, si no lo cumple, esas pruebas serán nulas en un juicio.

 

 Y aquí entramos en un aspecto muy importante: el lector puede aprender en las páginas de la novela negra realista aspectos interesantes de la investigación policial: cuestiones legales, psicológicas, forenses, criminalísticas, organizativas... Por ejemplo, el lector se da cuenta de la importancia de la figura del juez instructor, que es quien dirige las investigaciones de los delitos (en España y en muchos países, aunque en otros es el fiscal), y es una figura que rara vez aparece en la novela negra tradicional.

 

 Por lo anterior, puede decirse que la novela negra realista se acerca mucho al true crime.

 

 Mis libros

 Mis tres primeros libros (El mar infinito y otros relatos, Hija de la nada y La huella de la bestia), aunque tocan temas afines, no son propiamente novelas negras.

 

 Es en la Serie del Inspector Bermúdez, con La tarántula y, sobre todo, la Trilogía de la mujer muerta y la Tetralogía de la niña desaparecida, donde me sitúo de lleno en la novela negra realista. En la trilogía se cuenta en los tres libros una única historia, y otro tanto ocurre con la tetralogía, en cuatro. Son historias largas y apasionantes, de fácil lectura, que os mantendrán muchas horas pegados a sus páginas. Y son pura novela negra realista.

 

 Tanto en la trilogía como en la tetralogía, para estar lo más seguro posible del terreno que piso, he contado con el asesoramiento de una psicóloga, un policía y una abogada. Les envío desde aquí mi agradecimiento por su trabajo y su paciencia.

 

miércoles, 1 de octubre de 2025

Charles Manson: ¿maldad o locura?

Manson el 22 de abril de 1968, un año antes de los asesinatos.

Servicio Penitenciario y de Rehabilitación de California.

Dominio público.

 

Nacido en 1934, su mente era un laberinto inquietante. Hijo de una infancia marcada por el abandono y la delincuencia juvenil, se forjó en cárceles y reformatorios, donde aprendió dos habilidades que definirían su vida: manipular y sobrevivir.

 

Manson no era un asesino en serie en el sentido clásico; su arma más peligrosa no era un cuchillo ni una pistola, sino su capacidad para leer las debilidades ajenas y explotarlas sin piedad.

 

Sus seguidores lo describían como un gurú iluminado. Les hablaba de amor, libertad y música, pero detrás de ese disfraz se escondía un pensamiento obsesivo, paranoico y megalómano. Creía —o al menos decía creer— en una inminente guerra racial entre negros y blancos a la que llamó Helter Skelter, inspirándose en su peculiar interpretación de una canción de los Beatles. En su mente retorcida, él y su “familia” serían los elegidos para sobrevivir al caos y tomar el control de un nuevo orden.

 

La noche más oscura

Ese delirio, mezclado con drogas, aislamiento y una sed de poder absoluto, acabó traduciéndose en crimen. La noche del 8 de agosto de 1969, Manson envió a cuatro de sus discípulos a la casa de la actriz Sharon Tate, embarazada de ocho meses, esposa del director Roman Polanski. La orden fue tan simple como aterradora: “Hacedlo lo más horroroso posible”.

 

La masacre duró apenas unas horas, pero dejó una huella imborrable. Tate fue asesinada junto a cuatro amigos: Jay Sebring, Abigail Folger, Wojciech Frykowski y Steven Parent. La escena que hallaron los investigadores al amanecer parecía salida de una pesadilla: cuerpos destrozados, paredes manchadas con sangre, un mensaje escrito con la palabra Pig (cerdo)... No hubo lógica ni móvil económico, solo violencia ritualizada al servicio de un delirio.

 

Al día siguiente, la brutalidad se repitió. Otra pareja, Leno y Rosemary LaBianca, fue asesinada en su casa con la misma frialdad, dejando inscripciones sangrientas que reforzaban la atmósfera de terror. Lo escalofriante no era solo la violencia, sino la obediencia ciega de los ejecutores, jóvenes que hasta poco antes parecían tan comunes como cualquier otro.

 

Los juicios

En los juicios, en los que fue acusado de siete cargos de asesinato por conspiración y dos cargos de homicidio en primer grado, Manson nunca se mostró arrepentido. Sonreía, cantaba, se burlaba de jueces y periodistas. No necesitaba mancharse las manos de sangre para demostrar su poder: bastaba con haber convertido a otros en extensiones de su voluntad.

 

Para la justicia, estaba cuerdo; para muchos psiquiatras, representaba un caso límite, un narcisista con delirios mesiánicos y una ausencia total de empatía. Fue condenado a pena de muerte, que se conmutó por cadena perpetua. Murió en prisión en 2017, a los 83 años.

 

Su mente

La pregunta sigue abierta: ¿creía de verdad en Helter Skelter o utilizaba esa retórica como un disfraz para justificar su sed de control? ¿Era un loco que arrastró a otros a la locura, o un calculador que descubrió que la máscara de profeta le daba más poder que cualquier arma?

 

Más de medio siglo después, la sombra de Manson persiste como uno de los símbolos más inquietantes del mal contemporáneo. En su figura se confunden la locura y la maldad, recordándonos que, a veces, lo verdaderamente aterrador no es el asesino solitario, sino el manipulador que convierte la mente de otros en su propio campo de batalla.